En estos días y coincidente con el cambio de hora en nuestro país se volverá a hablar y escribir sobre las ventajas y los posibles inconvenientes del mismo.
Hace ya algunas fechas, el diputado Durán i Lleída propugnaba en su blog que los españoles, situados sobre el meridiano de Greenwich, nos acogiéramos al horario de canarios, ingleses y portugueses.
Por otra parte, la comisión para la racionalización de horarios ha venido señalando la necesidad de acometer ésta en aras a facilitar la conciliación de la vida familiar y laboral, mejorar el uso del tiempo y ganar en eficiencia. Esto es algo que parece muy conveniente si de tiene en cuenta que los españoles, en general, no nos caracterizamos por la buena utilización del tiempo, tal vez porque no conocemos suficientemente el valor del mismo. Hay quien considera que perder el tiempo puede ser una ocupación o dedicación despreciando o ignorando el uso enriquecedor del tiempo libre. Se hace necesario, por tanto, mejorar nuestra cultura de respeto al tiempo, especialmente del ajeno y acabar con la impuntualidad que forma parte de algunos hábitos de conducta individual o colectiva.
El cambio de hora en España es pues una excelente oportunidad para reflexionar acerca de la conveniencia de racionalizar los horarios en España. Como lo es también la propia crisis económica en la que España y los españoles estamos en el punto de mira de la Unión Europea que nos reclama cambios y reformas importantes. No parece empero que, abocados como estamos a la campaña electoral, la racionalización de horarios vaya a formar parte de propuestas electorales o prioridades de los partidos políticos.
Mientras las televisiones, inmersas en un disparatado horario, seguirán programando un Barcelona-Real Madrid de supercopa de fútbol a las 23 horas.
No parece que ésta sea la mejor de las fórmulas para fomentar la productividad y reducir el absentismo en nuestro país, cuestiones ambas de las que tan necesitados estamos.