Cuando se va a cumplir 6 meses de la llegada del Partido Popular al gobierno de España y después que el pasado jueves la rentabilidad del bono español a diez años superara por primera vez, desde la entrada del euro, la temida barrera del 7% son muchos los españoles que ahora recuerdan una vieja canción cuya letra decía: “Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio…….” En estas circunstancias no resulta extraño que desde diversos ámbitos se alcen voces que reclaman un pacto PP-PSOE como medio para superar una crisis que, lejos de resolverse, parece cada vez más enconada. Quienes así piensan olvidan o ignoran que ya existe entre ambas formaciones políticas un pacto tácito o no escrito mediante el cual se ha consolidado a lo largo de los últimos años un sistema bipartidista dispuesto a impedir o bloquear cualquier reforma legislativa que pudiera alterar el statu quo preexistente. De ahí que algunas reformas como la de la ley electoral, la revisión del título VIII de
la Constitución y otras reformas especialmente sentidas como necesarias para una parte importante de la población española no se lleven a efecto.
Solo el llamado estado de bienestar es objeto de confrontación y controversia partidista. La sanidad y la educación junto con los servicios sociales son consideradas por la izquierda como parte de su código genético y, en consecuencia, materias no transaccionales.
Desde
la Unión Europea, el Fondo Monetario internacional y el Banco Central Europeo se insiste en que es necesario reducir el gasto público, lo que exige reformar la estructura del Estado pero esto es algo que ni PSOE ni PP parecen querer entender y menos aún abordar.
Mientras, las elecciones griegas del próximo domingo, la reunión del G-20 el lunes, la cumbre del crecimiento que se celebrará el día 22 en Roma y el Consejo Europeo de los días 28 y 29 de junio marcarán el destino de este país. Un destino que parece ha dejado de estar en nuestras manos. Se confía que la pasión que suscita “la roja” en estas fechas ejerza un efecto placebo con el que aliviar nuestros males.
Después vendrá el verano. Políticos y ciudadanos esperan que para entonces la crisis económica pueda darnos un respiro.
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