En estos días ha sido noticia la polémica que sobre el uso de la corbata tuvo lugar en el Congreso de los Diputados entre el Presidente Bono y el ministro de Industria, Miguel Sebastián.
El presidente Bono sabe mejor que nadie de la crisis de liderazgo que sufre el partido socialista y está dispuesto a ocupar ese vacío.
Su proverbial afán de notoriedad está adquiriendo últimamente cotas sublimes.
Con centenares de miles de familias cuyas hipotecas les aprieta el cuello más que cualquier nudo de cualquier corbata, con otros tantos cientos de miles de familias que sufren económicamente auténticos sofocos para llegar a fin de mes, con millones de españoles que pasan los lunes al sol, el grupo parlamentario socialista anda, sin embargo, azacaneado con el uso o no de la corbata en el hemiciclo durante el verano.
Los hay, como el Sr. Bono, que se amparan en los ujieres, que esos sí llevan chaqueta y corbata, para defender el uso de la misma. No se sabe si con un pretendido afán por uniformar a los señores diputados. Otros, para justificar la no utilización de semejante aditamento o adminículo, han invocado el mal gusto con el que sus compañeros diputados eligen o les eligen las corbatas y, asumiendo que su gusto no es mejor, deciden prescindir de ellas. Pero eso sí, solo durante el verano. Todo ello conforma y comporta una insoportable levedad del grupo socialista al más genuino estilo Kundera.
Un grupo socialista, donde algunos diputados como el Sr. Benegas dicen sufrir de calor en el hemiciclo mientras otros, como la Sra. Chacon , dicen pasar frío. Esta sensación de frío-calor que recorre los escaños socialistas es la manifestación de los síntomas vasomotores que acompañan al climaterio por el que atraviesa el partido socialista y que preludian el final del ciclo.
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