Esta vez las encuestas no se equivocaron. La derrota socialista había sido anunciada por cuantas encuestas y sondeos se habían realizado en este sentido. Se contaba además con los resultados de los comicios electorales autonómicos y municipales muy próximos en el tiempo. No quedaba lugar para la sorpresa. Solo faltaba por saber la magnitud de la derrota. El 20 N dictó sentencia y la debacle del PSOE se hizo histórica.
Ningún dirigente en el PSOE pareció darse por enterado. A fecha de hoy, que se sepa, nadie ha presentado su dimisión. El máximo responsable y secretario general del partido encuentra en el determinismo económico una razón exculpatoria a la derrota. No podía esperarse otra cosa de quien es autor de frases como: “la tierra no pertenece a nadie salvo al viento” o ¨mi patria no es España sino la libertad”. Se olvida que negó la crisis económica y que llamó antipatriotas a quienes, de buena fe, le hicieron saber que estaba equivocado. José Luis Rodríguez Zapatero, debería dimitir como secretario general del partido socialista. Es más debería haber dimitido la misma noche electoral. Ha tenido que renunciar a ser candidato, ha sido apartado de la campaña electoral, al punto de que su partido ha tenido que sacar a Guerra y González que son un pasado al que nadie quiere volver. Ha propuesto y ha apostado por un candidato como Pérez Rubalcaba que ha sido todo un fiasco como han demostrado los resultados electorales. Carece por tanto de autorictas para tutelar el congreso nacional de su partido.
De Pérez Rubalcaba se esperaba que, a última hora, se sacara un conejo de la chistera que revertiera la situación y no lo hizo. Con largo pasado político, estas elecciones deberían ser, tras el congreso de su partido, el punto y final a su carrera política.
Otro tanto puede decirse de responsables autonómicos y provinciales, algunos como el caso de Oscar López en Castilla y León, incapaz de dar tres razones para no votar al Partido Popular.
Cierto es que con cinco millones de parados hace demasiado frío a la intemperie para abandonar un puesto político, sobre todo si quien lo ocupa carece de oficio o profesión conocida. La excesiva profesionalización de la política ha llevado a esta situación en la que nadie se siente responsable. Es evidente que a algunos dirigentes del partido socialista les sobran afectos y mimitos y les está faltando en este momento histórico generosidad y altura de miras para afrontar la crisis de su partido.
*Foto extraída de www.laopiniondezamora.es
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